jueves, 24 de septiembre de 2009

AMOR A LOS MUERTOS

Lo natural en la vida es que el amor sea dado o demostrado a los que están vivos. No tiene sentido amar quien ya murrio, pues quien ya murió no tiene condiciones de reaccionar o responder a ese amor. Recientemente vi un reportaje sobre los indios de la Amazonia peruana que realizan fiestas y cantan a sus muertos. Esa acción puede servir de algo a quien las practica, pero eso en realidad no altera en nada a los muertos homenajeados.
En el texto de Efesios 2.4-5 leemos que Dios nos amo inmensamente cuando aun estábamos muertos. El abundante amor de Dios tuvo como objetivo a nosotros, muertos en nuestros delitos y pecados. Este texto nos enseña algunas lecciones preciosas:
1. La iniciativa de amarnos fue del propio Dios. “El nos amo”, nos dice Pablo. Dios es amor, por tanto, la iniciativa es siempre de Él.
2. No existe ningún mérito humano para recibir el amor de Dios. “Cuando estábamos muertos”, él nos amó. ¿Qué es lo que puede hacer un muerto para agradar a un vivo? ¿Que podríamos hacer en nuestra condición de muertos para agradar a Dios y recibir su amor?
3. A diferencia de los indios peruanos cuyo amor a los muertos no modifica el estado de los muertos, el amor de Dios nos resucita de entre los muertos. El amor de Dios vivifica a los muertos.
La forma que Dios encontró para amarnos fue la de enviar su Hijo Jesucristo al mundo. Él es el mensajero del amor divino. Alabemos y adoremos a Dios por tan grande amor y vivamos para él cada día de nuestras vidas en completa gratitud por habernos amado de manera tan rica e intensa.

Antonio Carlos Barro

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